El superlativo desarrollo tecnológico, económico y social que ha tenido Japón a lo largo de su historia, lo ha convertido en un país ejemplar.
A lo largo del mundo, múltiples naciones se han interesado en establecer una conexión estratégica con él para compartir enseñanzas y beneficiarse mutuamente. Entre ellas se encuentra Colombia, que desde el año 1908 ha mantenido una relación diplomática exitosa con Japón.
Prácticas científicas y tecnológicas que se han llevado a cabo en Japón, han contribuido para que la nación colombiana progrese en términos de agricultura. Así lo explicó Álvaro Amaya Estévez, doctor en Fitomejoramiento de la Universidad de la Florida y exdirector del Centro de Investigación de la Caña de Azúcar de Colombia, el pasado 5 de febrero de 2024, en el Auditorio Mario Laserna C de la Universidad de los Andes.
Su conferencia inició con la revelación de los tres pilares fundamentales que, desde su perspectiva, han posibilitado que Japón sea tan destacado en ciencia, tecnología e innovación: el ser, el saber y las políticas.
“El ser se relaciona con la idiosincrasia que tiene el pueblo japonés de desarrollar una fortaleza resiliente, acatar las normas y trabajar en conjunto, tras las adversidades naturales que los han afectado. El saber con la importancia que le dan a la educación obligatoria y a la información empírica para generar valor e impacto. Y las políticas con los planes gubernamentales que siguen para buscarle soluciones a su entorno y priorizar el bienestar humano”, indicó Amaya Estévez.
El experto realizó una maestría en Mejoramiento Genético en la Universidad de Kōbe (Japón) y, durante esa experiencia académica, identificó tecnologías y planes efectivos para potenciar la investigación y la agricultura sostenible en Colombia.
Bajo su liderazgo en el Centro de Investigación de la Caña de Azúcar de Colombia, se logró instalar maquinarias de riego específico. De esa manera, fue posible comenzar a ahorrar un 50 % de agua.
También se acordó utilizar hasta un 40 % menos de fertilizantes para la nutrición de la caña y, al mismo tiempo, se cumplió el objetivo de duplicar la producción. Además, se monitorearon las cuentas hidrográficas con la intención de protegerlas.
“Ir a Japón vale la pena. Sus enseñanzas no solo son valiosas en términos de investigación y tecnología, sino que también a nivel comportamental y cultural”, afirmó el también ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia.
“Sin embargo, hay que tener en cuenta que no se trata de copiar todo exactamente. Lo importante es encontrar los factores que se ajustan al país e identificar cómo ponerlos a producir”, agregó.
En la charla —que fue organizada por el Centro del Japón de la Universidad de los Andes y la Embajada de Japón en Colombia— el doctor Álvaro Amaya hizo hincapié en que la relación con Japón también ha sido fundamental para que los ingenieros colombianos tengan participación en programas promovidos por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA).
Asimismo, resaltó que el país insular ubicado en el este de Asía ha impactado positivamente a la sostenibilidad y el cambio climático mediante el desarrollo de los nuevos tipos de arroz. Esto debido a que su producción no depende de fertilizantes contaminantes.
Descubre aquí el artículo ‘Ciencia, tecnología e innovación en Japón: pilares de sus éxitos y lecciones para Colombia’, escrito por Álvaro Amaya y publicado en el primer número de la Revista Kōbai.